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martes, 28 de enero de 2014

A propósito del regreso de Joan Báez a la Argentina

Joan Báez volverá a la Argentina en marzo y es una buena excusa para recordar esta anécdota que ella protagonizó en 1981 con Mona Moncalvillo y la revista Humor, porque resulta una muestra clara de cómo cierta gente y publicaciones se la jugaban aun con la represión imperante.
Para esa fecha, la periodista ya había consolidado la sección de entrevistas dándoles espacio a personajes de la cultura y la política prohibidos por los militares en el poder. Los nombres los barajaba con Andrés Cascioli y Tomás Sanz y se trataba de gente silenciada en la Argentina o el mundo, como Báez o Joan Manuel Serrat.
La revista ya era masiva, con una venta promedio de 130 mil ejemplares, que le permitía sumarse o realizar acciones de resistencia cultural como apoyar Teatro Abierto u organizar un festival musical para contrarrestar la visita de Frank Sinatra.
El día de la entrevista un llamado interrumpió el desayuno de Mona. Era Adolfo Pérez Esquivel, titular de SERPAJ, un organismo clave en la lucha por los derechos humanos en aquella época y uno de los responsables de que Báez estuviera en Buenos Aires.
–Buen día, Mona, soy Adolfo....
–Hola, Adolfo, buen día, ¿qué contás?.
–Mirá, viene complicado el tema con Joan....
–¿Qué pasó?.
–Nos han avisado que colocaron una bomba en Paz y Justicia. Está todo cercado. Hay carros de asalto sobre México y....
–Ajá, ¿y Joan está ahí?.
–Sí..
–Bueno, voy para allá....
–Está peligroso, Mona....
–Lo vamos a hacer igual...
Cuando llegó al SERPAJ el panorama no había mejorado. La zona estaba vallada, había carros de asaltos, camión de explosivos, periodistas y fotógrafos. Armada con su grabador enorme y el fotógrafo Luis Sasso, Mona rescató a Báez del edificio y ante la mira de todos encararon un bar donde pudieron hacer la nota.
La entrevista se editó enseguida –número 60- con un copete que de arranque advertía de lo "underground" de la visita y que ningún productor había querido armar un show de la cantante que unos años antes había llenado dos Luna Park, donde casualmente cantaría Sinatra.

martes, 10 de septiembre de 2013

El rock argento y humor

La relación entre Humor y el rock argentino fue intensa de comienzo a fin. No sólo por las páginas de Gloria, donde desfilaron los protagonistas de gran parte de la prolífica movida musical de fines de los 70 y los 80, sino por algunos empleados de la revista de La Urraca.
En esa sección que se convirtió en una de las más emblemáticas sacaba fotos una chica de voz y condiciones musicales, Hilda María del Pilar Lizarazu, quien también aportaba imágenes a El Porteño -otra revista ícono de aquella época- y Mutantia, una publicación no menos histórica a cargo de Miguel Grinberg.
Otro empleado que terminó en el rock fue uno de los cadetes, Gastón "Francés" Bernardou, hoy percusionista de Los Auténticos Decadentes.
Pero el punto más alto de la relación fue el festival que la revista organizó junto a los dueños de La Trastienda el 7, 8 y 9 de agosto de 1981 en el estadio Obras para contrarrestar la visita de Frank Sinatra al Luna Park, traído por Palito Ortega.
Al escenario subieron artistas que estaban prohibidos o eran desconocidos: Rubén Rada, Dino Saluzzi, Jaime Torres, Víctor Heredia, Luis Alberto Spinetta, Rodolfo Mederos, Manal, Facundo Cabral, Antonio Tarragó Ros, Litto Nebbia y Bernardo Baraj. También "un rosarino de jardinero y gorra", Juan Carlos Baglietto, junto a Fito Páez, Rubén Goldín y Silvina Garré. Todos ellos comenzaban a tocar en Buenos Aires como la Trova Rosarina y tuvieron esa noche el debut en el llamado Templo del rock. El maestro de ceremonias fue un colaborador habitual de la revista, Miguel Angel Merellano.
Los shows tenían entradas muy populares y resultaron un éxito. Tanto que al día de hoy Ortega lo sigo usando como uno de los argumentos para el fracaso rotundo del concierto de Sinatra, además de la devaluación de la moneda argentina, claro. Ya en los 90, Cascioli consiguió la licencia de la revista Rolling Stone para editarla en la Argentina y puso al frente del proyecto a Guerrero y Fernando Sánchez, años después uno de los fundadores de la revista Barcelona.